Como el té fue mascado por los primeros habitantes de las latitudes donde crece la camelia, el mate lo fue por los guaraníes, habitantes de la selva sudamericana. Regalo de los dioses, la yerba mate es una síntesis de la selva misma, del verde profundo del sur del Amazonas, de su vida y su energía. Y es la infusión de estas tierras por excelencia, la segunda bebida más consumida en el país después del agua de la canilla. Hoy, este blog le rinde homenaje, porque no hay argentino que no haya vivido algún “momento de mate”.
Guariní significa guerrero en la lengua de los avá, los grandes hombres que buscaban la “Tierra sin Mal”. Su ambición conquistadora y su cultura milenaria los convirtió en grandes luchadores que se mantuvieron siempre en zonas selváticas con precipitaciones todo el año donde, además de cazar, practicaron la agricultura con el maíz y la mandioca como base de su alimentación.
Para los avá, la yerba mate siempre se mantuvo silvestre, era el regalo divino que los mantenía fuertes y en alerta que, además de alimento, fue considerado medicina, bien ritual y medio de adivinación; lo consumían en calabazas y con bombillas hechas de caña. La llamaron caá, el nombre de la selva.
Fue mercancía de intercambio y alimento que se ofrecía a los pares. Esta infusión americana se conoció como “el té de los jesuitas”, porque fueron ellos quienes desarrollaron las plantaciones de las cuales siempre se mantuvieron cerca, en la provincia de Misiones, norte de Corrientes, Paraguay y sur de Brasil. Fueron ellos los primeros en descubrir que las semillas de este árbol silvestre sólo germinaban después de haber pasado por el sistema digestivo de aves como el tucán. Pero los jesuitas se llevaron el secreto con el destierro a fines del siglo XVIII y recién en 1903 nacieron en Santa Ana, Misiones, las primeras plantaciones modernas. De todos modos, la mayor parte de nuestra historia – casi hasta la década del 70- los argentinos consumimos mayoritariamente yerba importada de Brasil y Paraguay.
Carlos Thays estudió a fondo la yerba y trajo a Buenos Aires las primeras plantas que echaron raíces en suelo argentino, con tierra “colorada” incluida. La semana pasada, con motivo del Bicentenario, por supuesto, el Jardín Botánico, el Gobierno de la Ciudad y la Estancia Las Marías replantaron la parcela en la que el paisajista había trabajado en Buenos Aires. Hoy se puede visitar y seguir su crecimiento en el corazón del jardín porteño.Desgustando caá
Después de la presentación de la planta y el descubrimiento de la placa correspondiente, disfruté de una híper profesional degustación. La sommelier Valeria Trápaga, egresada de la Escuela Argentina de Sommeliers, nos enseñó a preparar un auténtico mate criollo de la mejor forma, para poder apreciar esa amargura que da energía y reúne amistades. Con maridajes de lujo, probamos yerba Taragüí y la edición Premium de La Merced en las versiones Del Campo y Barbacuá. Realmente sabrosas y bien distintas.